El ser humano nace con abundancia de deseos y frecuentemente permitimos que éstos deseos excedan su propósito original, que es el de mejorar constantemente la propia existencia; cuando estos instintos naturales e inherentes a la humanidad nos conducen ciegamente y llegan a exigir en forma voluntariosa que la vida nos proporcione más satisfacciones de las que son posibles o debidas, seguramente nos estamos apartando del grado de tranquilidad emocional que nos conviene; esta puede ser la medida de nuestros defectos de carácter, por lo tanto es necesario desarrollar las habilidades emocionales que nos permitan superar los momentos de insatisfacción, intolerancia e impulsividad que nos llevan a la ira, la soberbia y el resentimiento; es imperativo evitar el ser parte de la contaminación en los ambientes sociales, si queremos vivir tranquilamente y en paz…
La paciencia y la tolerancia son facultades que pueden proporcionarnos la tranquilidad que anhelamos cuando las cosas no van como queremos, sin embargo, estas habilidades no parecen ser una opción viable cuando la exigencia de nuestras expectativas desmesuradas están actuando en nuestro interior, durante esos impulsos emocionales es necesario detener cualquier actividad y otorgarnos unos minutos de callada expectación para hacer una reflexión realista de lo que podemos o no podemos conseguir con nuestras actitudes, esta acción puede regresarnos a la paz emocional que tanto bien nos hace; regularmente después de unos minutos de meditación y reflexión se experimenta una nueva perspectiva de las circunstancias, que puede manifestarse por medio de un acontecimiento agradable, una idea positiva o la presencia de otra persona con quien nos gusta estar y que puede ayudarnos a superar esos instantes de tribulación emocional; solo basta hacer un examen de uno mismo antes de actuar impulsivamente, para reconocer que esa actitud no ha funcionado con anterioridad, así que: “Pare, Reflexione y Corrija su día” es una fórmula muy efectiva