MADUREZ Y SENTIDO DE PERTENENCIA


Algunos de nosotros buscamos de diferentes maneras la aceptación y la admiración de nuestros semejantes, ya haciendo algo gracioso, quejándonos o sirviéndoles de alguna manera; tal vez el instinto de competencia nos orille a tratar de destacar y mientras vamos creciendo en madurez seguimos buscando la aceptación o pertenencia dentro y fuera de la familia, entre los amigos, los equipos deportivos y en el trabajo; algunas personas cuando no encuentran respuesta a sus necesidades de atención, se frustran, se resienten y hasta toman represalias en contra de aquellos y aquellas que a su parecer no han tenido la gentileza de aceptarlos, tolerarlos e incluso mimarlos de alguna manera especial; los seres humanos tenemos un instinto natural gregario, deseamos ser parte de algo que le de sentido a nuestra existencia y cuando esto no se consigue puede generar inestabilidad emocional…

Es imperativo que aceptemos que ser admitidos, admirados y reconocidos por los demás adquiere un significado diferente cuando se alcanza una verdadera madurez y para las personas que tienen el don del equilibrio emocional estos deseos de ser parte de un grupo de personas determinado ya no tienen tanta trascendencia, difícilmente se mantienen resentidos por mucho tiempo y mucho menos buscan la venganza como un pago por sus propias frustraciones, en lugar de eso aplican sus habilidades emocionales a la resolución de su problemática intrapersonal; los seres humanos muy bien podríamos considerar a nuestros semejantes como lo que son, semejantes a nosotros, con sus propias dificultades y altibajos en todos los sentidos, por lo tanto, ¿como puede alguien quejarse de no ser tolerado y aceptado? Especialmente si no encuentra en si mismo tolerancia y aceptación hacia los demás; “Vive y deja vivir» es la capacidad humana que le permite a uno ser bienvenido en todas partes y así caminar cómodamente, vistiendo el traje de su propia existencia…